Son unas dos mil calles y la mayoría homenajea a un militar. Las más cortas recuerdan a artistas. Y los derrotados, como Rosas, no tienen ninguna.
Los nombres de las ca¬lles son parte del ADN de una ciudad. La nom¬bran, le dan sentido, la construyen. Son la trama y el re¬vés. Lo que incluyen y lo que ol¬vidan. Lo que privilegian y lo que minimizan. Las calles de una me¬trópoli son un muestrario de su memoria colectiva.
En Buenos Aires hay más de 2.150, entre calles, pasajes, corta¬das, avenidas y autopistas. En el li-bro Las mil y una curiosidades de Buenos Aires, el periodista y guía de turismo Diego Ziggito estable¬ce un ranking de las temáticas, profesiones y actividades que pre¬dominan. En primer lugar, apare¬cen los militares, con 338 calles. Le siguen los abogados (128), po¬líticos (83), batallas (75), ciudades argentinas (74) y marinos (71).
En tanto, en una ciudad tan futbolera como Buenos Aires, sólo una calle rinde homenaje a un fut¬bolista: Herminio Masantonio, en Parque Patricios, cerca del estadio de Huracán, donde brilló a fuerza de goles y potencia en la década del 30. Un caso similar es el de los boxeadores, con dos calles: Justo Suárez, el “Torito de Mataderos” y Oscar Bonavena, en Pompeya.
El paso del tiempo
En general, las principales llevan nombres de militares, fechas pa¬trias, próceres o batallas, mientras que las periféricas o de corta exten¬sión suelen evocar a artistas, mú¬sicos o escritores. Entre las ausen¬cias más notorias hay que anotar a los caudillos federales. La historia la escriben los que ganan, y a la hora de ponerles nombre a las calles de Buenos Aires los unitarios borraron de un plumazo a sus enemigos fe¬derales. No hay arterias que recuer¬den a Estanislao López, Felipe Va¬rela o Chacho Peñaloza. Tampoco a Juan Manuel de Rosas.
La primera etapa de la nomen¬clatura de las calles de Buenos Ai¬res surge con la fundación de Juan de Garay, en 1580. La mayoría de los nombres alude a santos, veci¬nos ilustres y aquellos cuyo apellido –por el lugar de residencia– permi¬tía identificar una zona. Después de las invasiones ingleses se intro¬ducen nombres alusivos a esa ges¬ta y con la Revo¬lución de Mayo y la Independencia aparecen en la no¬menclatura bata¬llas, ciudades y pueblos argentinos y países de América Latina.
La última etapa empieza en 1983 con la vuelta a la democracia, y se caracteriza por retirar de ca-lles y plazas los nombres de repre¬sores y funcionarios de gobiernos de facto. Uno de los ejemplos más resonantes fue el de una plaza en Flores, que se llamaba Pedro Euge¬nio Aramburu y se le dio el nombre de Ángel Gris, en homenaje al per¬sonaje de Crónicas del Ángel Gris, el libro de Alejandro Dolina. Cerca de allí, la calle Ramón Falcón –jefe policial y feroz represor de mani-festaciones obreras a inicios del si¬glo XX– sigue uniendo Caballito y Liniers, aunque hubo varios pro¬yectos para cambiarle el nombre. Cada tanto, la chapa de Falcón aparece tapada por improvisados carteles de los vecinos que dicen Radowitzky (el anarquista ucrania¬no que lo mató en 1909) o Mario Amaya, un militante radical asesi¬nado por la dictadura en 1976.
Mitos urbanos
Las calles de Buenos Aires ate¬soran todo tipo de leyendas, mitos y curiosidades. Según Ziggioto, hay dos “verda¬des porteñas” que no son más que mi¬tos de larga data. “Ri¬vadavia no es la ave-nida más lar¬ga del mundo, ni siquiera la más larga de Buenos Aires, ya que la supera General Paz (24 kilóme¬tros contra 18,5). Y la 9 de Julio tampoco es la avenida más ancha del mundo, lo fue cuando se inauguró, en octubre de 1937”, explica.
La calle más an¬gosta de Buenos Aires es Santa Magdalena: está en Barracas y mide un metro de ancho. La más corta, Emilio Petto¬ruti, en Recoleta, don¬de se unen las avenidas Del Libertador y Figue¬roa Alcorta.
En diversos barrios, las calles rinden homenaje a una temá¬tica específica. En Ver¬salles todos los pasajes y cortadas tienen nom¬bres indígenas (Cochi¬có, Caldén y Cangayé) o gauchescos (El Rancho, La Huella y La Diligencia). Parque Chas evoca a ciudades de Europa: Varsovia, Ham¬burgo, Belgrado, Budapest, Ate¬nas y Marsella. Y Palermo a los países de Améri¬ca Latina: Hon¬duras, Paraguay, El Salvador, Nica¬ragua, Costa Rica y Guatemala.
La arteria que registra más cam¬bios es Defensa. Se llamó Real, Del Fuerte, San Francisco, Mayor, San Martín, Liniers y De la Reconquista. Aunque estén a la vista de todos, algunas curiosidades pasan des¬apercibidas. En pleno Centro, cinco calles consecutivas homenajean a presidentes argentinos: Hipólito Yri¬goyen, Bernardino Rivadavia, Barto¬lomé Mitre, Juan Domingo Perón y Domingo Faustino Sarmiento.
Nuevos vecinos
Hasta 1995 en la ciudad sólo había 24 calles que rendían home¬naje a las mujeres. Con la inaugura-ción de Puerto Madero, se sumaron otras 20. Entre ellas, Alicia Moreau de Justo (política), Azucena Villaflor (fundadora de Madres de Plaza de Mayo) y Victoria Ocampo (escrito¬ra). Entre los escritores, la suma su¬pera las 60 calles. Están los más re¬conocidos: Julio Cortázar, Roberto Arlt, Macedonio Fernández, José Hernández, Scalabrini Ortiz, Bioy Casares, Leopoldo Lugones y Jor¬ge Luis Borges, a quien no le hubie¬se gustado que una calle llevara su nombre.
Entre las calles que evocan al mundo literario, también hay au¬sencias notables. Por ejemplo Oli-verio Girondo, Leónidas Barletta, Ezequiel Martínez Estrada o Elías Castelnuovo. Entre los literatos extranjeros tienen calle Antonio Machado (Parque Centenario), Julio Verne (La Boca) y Lope de Vega, Molière, Víctor Hugo y Dan¬te (Villa Luro). Hay más calles con nombres de escritores que hace algunas décadas, es cierto, pero entre todas no llegan a sumar ni siquiera una extensión semejante a la de algunos ignotos militares, como por ejemplo la dedicada a Coronel Díaz. A Arlt le tocó un pa¬saje de 50 metros en Palermo, a Cortázar tres cuadras y a Bioy Ca¬sares 100 metros. Borges, aunque no lo quería, recibió diez cuadras.
Buenos Aires es también sus calles. Y lo que ellas nombran: la espada y la pólvora, la palabra y el tango, el fútbol y las fechas patrias. Es las avenidas y los pasajes, las au¬topistas y las cortadas. Es las que tienen nombre y las que borró la historia oficial. Desde la fundación de Juan de Garay hasta hoy.
Fuente: Diario Z