Resumen científico - 87

A continuación, compartimos con todos Uds. un resumen de las novedades más destacadas del mundo de la ciencia y la tecnología.

La inteligencia artificial mejora
el diagnóstico de enfermedades mentales
 





Una de las pruebas más comunes para detectar trastornos cognitivos con diverso origen, como por el Párkinson o el Alzhéimer, es un simple test conocido como el “test del reloj”, en el que el paciente debe dibujar un reloj que debe marcar una determinada hora y, además, debe copiar otro ya dibujado. La observación de alteraciones en la manera de realizar estos dibujos permite a los médicos identificar síntomas de deterioro en el cerebro del paciente.

Muchos desórdenes neurológicos pueden estar presentes mucho antes de comenzar a tener un efecto apreciable en nuestras vidas. Por ejemplo, en el alzhéimer, los cambios en el cerebro pueden empezar a producirse diez o más años antes de que las alteraciones cognitivas sean apreciables. Sin embargo, la evaluación de estas pruebas es subjetiva, puesto que no es fácil llegar a conclusiones definitivas cuando los síntomas son muy leves. Contar con un método de diagnóstico más preciso y fiable podría permitir tratar a los enfermos mucho antes, retrasando el desarrollo de la enfermedad.

Con este objetivo, un grupo de científicos, liderados por investigadores del Laboratorio para la Inteligencia Artificial y Ciencias Computacionales del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ha creado un programa informático capaz de detectar de manera mucho más precisa y automatizada estas alteraciones, ofreciendo un diagnóstico más fiable y precoz a partir de la misma prueba.

Para ello se han valido de los datos recogidos en el Lahey Hospital, un centro médico a las afueras de Boston (EE.UU.), que desde hace nueve años realiza el test del reloj utilizando un bolígrafo digital que captura en el ordenador los dibujos realizados por los pacientes, además de registrar el proceso de creación de los mismos con gran precisión. Este bolígrafo no fue creado expresamente para este fin, sino que se trata de un dispositivo comercial que incluso se puede comprar por internet. Sin embargo, ha venido como anillo al dedo para recoger la información necesaria de manera precisa y con un registro temporal, es decir, sabiendo en todo momento dónde está la punta del bolígrafo y, por tanto, si el paciente hace una pausa o duda a la hora de escribir.

Basándose en estos datos, el equipo del MIT ha creado un programa informático capaz de interpretar y evaluar automáticamente el test del reloj, aumentando la precisión y eliminando la subjetividad de una evaluación realizada por humanos.

Los distintos desórdenes se revelan de diferente manera en el test del reloj. Por ejemplo, mientras que es normal que los adultos sanos pasen más tiempo pensando que dibujando, cuando la memoria está afectada, el periodo de reflexión se alarga. Por otra parte, en el caso del párkinson, los enfermos tienden a necesitar más tiempo para dibujar los relojes que, a su vez, tienden a ser más pequeños, sugiriendo que les está costando un mayor esfuerzo realizar la tarea. Estas consideraciones se podían pasar por alto en la prueba tradicional, ya que, en muchas ocasiones, el médico no ve en detalle cómo el paciente realiza el dibujo, sino tan solo el resultado final.

Este trabajo no sólo permite diagnosticar mejor una serie de patologías muy graves para quienes las sufren, sino que además ofrece un gran avance a la hora de automatizar procesos que pueden resultar tediosos y poco eficientes cuando se realizan por humanos. Una vez conseguido el propósito inicial de demostrar la eficacia de su método, el equipo científico ya se dispone a desarrollar un sistema sencillo que permita tanto a los neurólogos como a los no especialistas utilizar esta tecnología en los hospitales y centros de salud.


Fuente: El País

El cambio climático redistribuirá
los recursos pesqueros en el mundo
 





Adaptarse o morir. El aumento de las temperaturas está obligando ya a numerosas especies a cambiar sus hábitos y a desarrollar nuevas estrategias para buscar alimentos. Por ejemplo, a medida que se reduce la extensión de la capa de hielo en el Ártico, los osos polares se ven obligados a recorrer distancias más largas para encontrar comida y refugio. Tener que nadar largas distancias no sólo pone en peligro sus vidas, pues la fatiga y la escasa cantidad de grasa almacenada en sus cuerpos les hace más vulnerables. También sus crías corren mayor riesgo de morir ahogadas. En los últimos años se ha documentado cómo algunos ejemplares comían especies que hasta ahora no estaban en su dieta, como delfines.

Todos los seres vivos tendrán que adaptarse para evitar su extinción. Y una investigación publicada esta semana en la revista Nature Climate Change se ha centrado en estudiar el impacto que el cambio climático tendrá en el futuro en las especies que habitan en el mar.

En concreto, han realizado proyecciones hasta el año 2100 para casi 13.000 especies (12.796 exactamente), doce veces más que los estudios que se habían llevado a cabo hasta ahora. Los autores sostienen que el calentamiento de los océanos causará cambios profundos en la distribución global de la biodiversidad marina y afectará a los recursos pesqueros, aunque predicen que muchas de las especies serán capaces de adaptarse y sobrevivir. Las que viven en zonas tropicales o cerca de ellas tienen mayores posibilidades de extinguirse.

El principal mensaje del artículo es que, indiferentemente del camino seguido en cuanto a las emisiones, el calentamiento de nuestros océanos promoverá la relocalización de muchas especies. Algunas regiones experimentarán pérdidas netas de biodiversidad, particularmente en los trópicos, pero otras muchas ganarán más especies de las que perderán. Este fenómeno provocará una homogeneización de las comunidades marinas entre distintas regiones y pondrá en contacto especies que hasta ahora ocupaban nichos ecológicos distintos.

Uno de los efectos de estos cambios será la redistribución de los recursos pesqueros. Conforme las especies se desplacen en respuesta al calentamiento del mar, éstas pasaran de unas aguas territoriales a otras, generando cambios no sólo en aguas de cada país, sino también en el reparto entre países de las pesquerías, lo cual exigirá nuevos acuerdos comunitarios e internacionales en materia de explotación conjunta y acceso a recursos pesqueros. Por ejemplo, la fuerte expansión prevista del bacalao atlántico hacia aguas más frías y profundas del norte de Europa (tales como Islandia o Noruega), continuando una tendencia ya constatada, hará que los acuerdos de acceso pesquero e importaciones con estos países sean cada vez más importantes para Europa.

Para hacer sus proyecciones, los investigadores consideraron dos escenarios climáticos diferentes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) hasta 2100 (RCP4.5 y RCP8.5), así como datos sobre la tolerancia térmica de los organismos, sus hábitats preferentes y las distribuciones actuales de las distintas especies disponibles en el repositorio de AquaMaps.

El RCP4.5 es un escenario moderado de estabilización que asume un máximo en las emisiones de gases hacia el año 2040 y un declive de las mismas desde entonces hasta final de siglo. El RCP8.5 es un escenario más extremo que asume un crecimiento ininterrumpido de las emisiones durante todo el siglo.

Está claro es que, aunque los efectos globales del cambio climático sobre la biodiversidad marina son claros para ambos escenarios, éstos son de mucha menor intensidad para el escenario más moderado (RCP4.5). Esto corrobora la importancia y la urgencia de limitar las emisiones actuales de gases invernadero.


Fuente: El Mundo

Científico de la UBA logró un avance
 prometedor contra el cáncer‏
 





El Atlas Genómico del Cáncer no sólo representa un estatus fascinante para la ciencia contemporánea -casi de ciencia ficción- sino que se perfila hoy como el avance más prometedor hacia la cura contra el cáncer. El cambio de paradigma más dramático que irrumpe con el Atlas Genómico del Cáncer es la forma de clasificar y tratar los tumores.

Para los argentinos el proyecto conlleva un valor agregado: quien lo lidera es el doctor Jean Claude Zenklusen, doctorado en Genética del Cáncer, de nacionalidad Suiza y graduado en Ciencias Quimicas y Biológicas en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Zenclusen nació en Suiza, pero se educó en la Argentina donde vivió 24 años. Hizo el secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires y se graduó en la Universidad de Buenos Aires (UBA), más precisamente en la Facultad de Ciencias Exactas. Es un claro ejemplo y producto de la educación pública nacional. Luego se nacionalizó estadounidense.

El proyecto Atlas del genoma del Cáncer, que es parte del National Institutes of Health y del National Human Genome Research Institute (NHGRI), comenzó en el año 2006 y es el primer esfuerzo integral para crear un catálogo detallado de los cambios genómicos asociados con treinta y tres tipos de tumores, incluyendo el de mama, estómago, pulmón, vejiga, piel, colon, hígado, riñón, cuello uterino y cáncer de próstata.

Los descubrimientos que provoca el Atlas se deben en gran parte, a un proyecto conjunto innovador del Instituto Nacional del Cáncer (NCI) y el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano (NHGRI), que involucra un equipo interdisciplinario de empleados federales, y más de 150 investigadores que trabajan juntos en decenas de instituciones a nivel nacional e internacional.

-Doctor Zenclusen, usted dirige el proyecto científico The Cancer Genome Atlas regado de hallazgos y que actualmente representa el futuro de la ciencia y la medicina y también impacta directamente en el futuro de la industria farmacéutica. Puede detallarnos de qué se trata.

-Jean Claude Zenclusen: El Atlas empezó en el año 2006 en aquel momento empezamos con tres tipos de tumores y hoy se extendió a treinta y tres distintos tipos; y la idea es caracterizarlos a nivel molecular, básicamente a nivel del ADN, del ARN y de las proteínas para ver cuáles son las modificaciones que ocurren en el genoma cuando una persona adquiere ese tipo de cáncer. Descubriendo qué tipo de alteraciones suceden podemos tratar de imaginar cuáles son las terapias que corresponden para las distintas personas.

Una de las muchas cosas que hemos descubierto es que siempre cuando clasificábamos a los tumores los hacíamos dependiendo en el órgano en el que se desarrollaba. Entonces cáncer de mama, era cáncer de mama y cáncer de ovario, era cáncer de ovario.

Lo que hemos descubierto es que en realidad si uno mira a los tumores a nivel molecular, hay cáncer de mama que se parece muchísimo al cáncer de ovario y paradójicamente se parece muy poco al resto del cáncer de mama; y hay cáncer de vejiga que se parece mucho más al cáncer de pulmón de lo que se parece al resto del cáncer de vejiga.

A partir del mapa genómico del cáncer nace también un nuevo perfil profesional: el consejero genómico. Cuando se analiza esto a nivel molecular podemos estratificar a los pacientes de acuerdo a las modificaciones que tienen y no al órgano de origen, entonces la terapia tiene mucho más sentido que basados solamente en el órgano de origen.

-¿Cuáles son los cambios más fundamentales que estos hallazgos científicos producen en las terapéuticas actuales de tratamiento del cáncer?

-Si uno mira a la terapia estándar hoy, que es la quimioterapia, se trata de una quimioterapia general que básicamente lo que hace es buscar bloquear la división de la célula, es muy poco efectiva.

Aunque no digo que haya gente que se cure. Pero por ejemplo, si usted tiene cáncer de colon normalmente hay primero una operación y luego una quimioterapia; el 50 por ciento de los pacientes, no van a tener nunca más ningún problema; pero el otro 50% de los pacientes van a volver a tener el cáncer, van a volver a tenerlo repetidamente y finalmente el cáncer los va a matar.

La quimioterapia per se no funciona, hace básicamente setenta años que hemos estado usando estos agentes y para la gente que tiene un cáncer que vuelve no le causa ningún efecto. Mi descripción siempre es que la quimioterapia actualmente es un juego de dardos hecho en un pub por un montón de irlandeses que están con los ojos vendados y están totalmente borrachos.

Básicamente tiramos dardos a las paredes y si uno le da al blanco, fantástico. Pero esa no es la manera de tratar una enfermedad. Entonces, si sabemos cuáles son las causas, cuáles son las moléculas que están modificadas podemos tener terapias que han sido diseñadas para atacar exactamente ese cambio y cuando eso pasa tenemos mucha más chance de curar al paciente y no de tratar a la enfermedad en general.

Cuándo hacemos quimioterapia general estamos tratando a todos los cánceres como si fueran lo mismo. Cuando sabemos cuál es la razón de la aparición del cáncer y usamos terapias que son especializadas ya estamos totalmente en otro nivel de tratamiento. ¿Es ese tratamiento en la actualidad algo que se puede usar para todos los pacientes? No. Estamos desarrollando en estas terapias drogas que aún no existen y la mayoría de las drogas que existen se están usando en ensayos clínicos en hospitales de investigación. Pero eventualmente estas cosas llegan al tratamiento en general y a la población en general.

¿Cómo será el camino, entonces, para volver estas drogas y tratamientos accesibles desde lo informativo al mayor número de pacientes y sobre todo introducir esa accesibilidad en las políticas públicas de salud?

-El problema de la falta de información o de la información incompleta es un problema grave. Es un problema grave a nivel del oncólogo también, porque este tipo de análisis que estamos haciendo, los análisis genómicos del paciente, los resultados son extraordinariamente complicados. De la cantidad de mutaciones que nos informa la secuencia del paciente por ahí tenemos un 2 ó 3 por ciento que sabemos qué es lo que esa mutación está causando, entonces el 90 por ciento de la información que recibimos no sabemos realmente si es importante o no.

El oncólogo que tiene práctica todo el día en el hospital y que no está haciendo investigación le llegan estos resultados y realmente no sabe qué hacer. Hay cosas que se están desarrollando en Estados Unidos y en Europa. Estamos generando un nuevo tipo de profesional que se llama el consejero genómico, una persona que entiende las mutaciones, que entiende cuáles son las consecuencias y que a partir de esa información, el oncólogo puede definir cuál es el tratamiento futuro del paciente dependiendo de su perfil genómico.

Por el otro lado, está la cuestión de que no todas las mutaciones que sabemos que son importantes tiene una droga que la afecta. Entonces las farmacéuticas necesitan desarrollar estas drogas para que sea posible usarlas y el problema con todos los tratamientos nuevos es que tienen un costo bastante grande. Por el momento la gran mayoría de estos tratamientos están siendo usados en ensayos clínicos lo que significa que el paciente o el seguro no paga el costo, pero en algún momento estas drogas van a terminar siendo pagadas por el seguro de salud.

Algunas drogas comunes son extraordinariamente baratas, porque son muy fáciles de hacer. Pero hay otro tipo de drogas, las llamadas biológicas, que tienden a ser anticuerpos, y los anticuerpos son mucho más caros porque es mucho más difícil de producir.

La decisión viene a través de los organismos de salud pública. Y aquí se abre un abanico de preguntas: ¿Es esto algo que debe ser financiado por el organismo de salud pública? ¿Es esto algo que debe ser regulado en cuanto a precio?

Creo que cuantas más de estas terapias especializadas sucedan, los organismos de salud pública más van a tener que negociar con las farmacéuticas sobre cuál será un costo lógico, un costo que les devuelva el costo de producción e investigación pero que no sea desmesurado para que solamente la gente muy privilegiada económicamente puede realizar.


Fuente: UBA

La dependencia académica 




Los rankings internacionales de universidades y los sistemas de indexación de revistas científicas son, dice Beigel, “dos grandes inventos de la cúspide del sistema académico” que van delineando la agenda global del conocimiento.

El concepto de dependencia académica se refiere a la estructura desigual de producción y difusión de conocimiento construida históricamente en el sistema científico internacional, según explica la socióloga y doctora en Ciencias Políticas y Sociales Fernanda Beigel, que coordinó junto a la profesora egipcia Hanan Sabea el libro Dependencia académica y profesionalización en el Sur. Perspectivas de la periferia (Ediunc-Sephis). En diálogo con Página/12, Beigel asegura que ya no se puede hablar de “imperialismo académico” porque los métodos de influencia de los centros hegemónicos de conocimiento se han refinado, sin que ello implique la merma de su impacto en la definición de agendas y metodologías de investigación. Asimismo, señala a los rankings de universidades y a los sistemas de indexación de revistas científicas como “dos grandes inventos de la cúspide del sistema académico” y alerta sobre la dicotomía generada entre los investigadores argentinos que participan del circuito internacional y los que no.

–¿A qué momento histórico se remonta el fenómeno de la dependencia académica en Latinoamérica y el resto de las regiones periféricas?

–Eso implica la necesidad de distinguir el concepto de dependencia académica de lo que algunos llaman imperialismo académico, que es una forma de colonización que podríamos extenderla desde 1492, cuando los saberes locales o indígenas fueron colonizados o superpuestos con saberes europeos. En cambio, el concepto de dependencia académica es mucho más reciente y no se refiere exclusivamente a la imposición de una idea sobre otra, como si fuese posible aculturar completamente a una población, sino que implica formas más sutiles. Tiene que ver con una relación entre sistemas universitarios, con la imposición de agendas temáticas y también, por ejemplo, con la existencia de fundaciones o institutos de países centrales que financian a países subdesarrollados o dependientes. Lo que ya no es posible es esa forma de imperialismo que se impone de un país central a un país periférico, porque los países periféricos tienen un campo académico desarrollado, con sus propias tradiciones.

–En el libro se señalan las diferentes facetas que tiene este fenómeno de la dependencia académica. Un aspecto importante es esa capacidad que tienen los centros académicos de orientar las agendas de investigación. ¿Cómo se da este mecanismo y cuáles son sus efectos?

–La principal modalidad de imposición de discusiones en el momento actual es a través del sistema de publicaciones, porque los investigadores, las instituciones y las universidades están muy presionados por la necesidad de publicar en determinadas revistas de prestigio internacional. Ese prestigio lo tienen en general las revistas americanas o las revistas importantes del mundo anglosajón, que tienen sistemas de indexación como Thomson Reuters o Scopus. Entonces, si querés publicar en esas revistas, te ves compelido a discutir sobre la base de los conceptos y las referencias bibliográficas que se discuten allí y, además, te ves obligado a escribir en inglés. En Argentina la publicación internacional es definitoria, por ejemplo, para el ingreso a carrera en Conicet. Entonces, si eso es definitorio, vas a ir orientándote a un debate internacional en el que lógicamente te vas inscribiendo dentro de un marco. Eso no significa que implique una aculturación ni una imposición absoluta y total, pero sí marca límites, temas, metodologías, estilos de publicación, estilos de producción...

–¿Qué opciones tienen quienes quieren producir en castellano o abocarse a temas de un interés más acotado?

–Quienes quedan fuera de eso tienen una tendencia en general a publicar en revistas locales que tienen menos distribución, pero que en algunos casos también se leen mucho. Esas publicaciones no son muy recompensadas por ejemplo en el Conicet, pero sí son recompensadas en las universidades, entonces los investigadores pueden perfectamente alcanzar un puesto en la universidad como profesor titular. Eso ha hecho que tengamos en la Argentina una división cada vez más fuerte entre un grupo de científicos muy internacionalizado y un grupo muy anclado en lo nacional. Y lo triste de eso es que los que están anclados en lo internacional miran poco lo nacional o contribuyen poco a la discusión sobre los problemas locales, cuando en realidad eso debería ser un interés de cualquier investigador. Esa oposición ha ido generando una dicotomía cada vez más fuerte, cuando sería importante mantener la universalidad de la ciencia, pero también la preocupación por los problemas nacionales.

–La forma de revertir la situación, entonces, tiene que ver necesariamente con modificar estructuralmente el sistema académico.

–Tiene que ver sobre todo con empezar a pensar en modos de circulación del conocimiento regionales, entre las periferias. También con desmontar ese prestigio construido a nivel internacional y aceptado prácticamente sin crítica por los científicos de las comunidades periféricas para empezar a dialogar un poco más entre nosotros. Me refiero por ejemplo a Asia, África, América latina. En general, si ves los números de las citaciones de estas revistas de las que hablo, es como más lógico y obligatorio citar a un investigador americano o europeo y no a un latinoamericano, un africano o un asiático. Todo eso se ha ido generando en las últimas décadas y estamos en un momento en que podemos empezar a cambiarlo, a generar otros circuitos circulación y discusión.

–El libro reúne trabajos de investigadores latinoamericanos, africanos y asiáticos expuestos en un encuentro realizado en la Universidad Nacional de Cuyo. ¿El fenómeno de la dependencia académica tiene características similares en esos territorios tan diversos?

–Si comparamos Asia, África y América latina vamos a encontrar un conjunto de diferencias importantes. América latina es un continente que tiene un campo intelectual y un campo académico de larga data, 200 años de desarrollo; no es la misma situación que se encuentra en algunos sectores de Asia o de África, si bien también allí hay países con una importante tradición intelectual. El tema es que también hay un problema lingüístico. Nosotros en el encuentro que fue el origen del libro armamos un sistema de traducción simultánea porque era el único modo de lograr escucharnos. En América latina tenemos la dificultad de una política de traducción muy débil y también por eso miramos hacia el Norte o escribimos en español nada más. La posibilidad de dialogar con otras comunidades académicas exige un manejo de alguna forma de política de traducción.

–Frecuentemente leemos noticias que celebran o se espantan de la posición de las universidades argentinas en los rankings mundiales. ¿El hecho de que estos rankings aparezcan como la medida de la calidad académica se relaciona con el fenómeno de la dependencia?

–Sí, totalmente, porque los rankings, al igual que los sistemas de indexación de revistas, son dos grandes inventos de la cúspide de este sistema académico mundial que ha ido dominando Estados Unidos y moldeando a imagen y semejanza del científico norteamericano. Esto, al punto de que los rankings de revistas o universidades se constituyen como una meta, como el modelo que las grandes universidades pretenden imitar. El hecho de que la UBA, por ejemplo, esté más arriba de los rankings significa quizá que es más dependiente de ese tipo de modelo, de estructuras de pensamiento. Por eso, no siempre es una buena noticia.

–En los ’60 académicos “dependentistas” plantearon este fenómeno como problema teórico y contribuyeron a generar debate a su alrededor. ¿Qué pasó con estos aportes y cuál es el estado de la discusión hoy?

–Los teóricos de la dependencia tuvieron mucha circulación en los años ’60 y la teoría de la dependencia fue casi el tema único de todas las ciencias sociales en América latina. Tuvieron incluso repercusión en Asia, África, hubo mucho diálogo Sur-Sur. Pero después de eso hubo dos factores que influyeron mucho en la merma de la lectura de este tipo de autores: vinieron las dictaduras en el Cono Sur y, por otro lado, mayormente esos escritos estaban en español y las traducciones al inglés eran muy escasas, entonces la única difusión importante que tuvo la teoría de la dependencia fue a través de Andre Gunder Frank en Estados Unidos y algo de Fernando Henrique Cardoso. Los escritos de Gunder Frank terminaban reduciendo la relación de dependencia a una relación metrópolis-periferia y se simplificaron mucho los contenidos que habían tratado de generar los dependentistas. Esto terminó con un embate muy fuerte tanto por derecha como por izquierda en los ’90, cuando se planteó que la teoría de la dependencia ya estaba fuera de vigencia, que como ahora estábamos en la globalización y las naciones habían desaparecido el tema de la dependencia no tenía sentido. Después, pudimos saber que la globalización no hizo desaparecer los estados nación y eso ha hecho que se tenga interés en volver a leer a los dependentistas para pensar los procesos sin perder de vista el contexto de dominación.


Fuente: Página 12

Vivimos más años, pero convivimos
con más enfermedad
 





* Por Fabiola Czubaj

Vivimos más años, pero no plenamente sanos. Un estudio internacional revela que la expectativa de vida al nacer creció 6,2 años en las dos últimas décadas, principalmente por los avances en el tratamiento de las enfermedades transmisibles y los cuidados maternos e infantiles. Sin embargo, la esperanza de vivir esos años de más sin complicaciones de salud o discapacidad no estaría a la misma altura, de acuerdo con los resultados que hoy aparecen en la revista The Lancet.

Las enfermedades asociadas con los hábitos cotidianos, como el tabaquismo y el sobrepeso, y la falta de promoción de la salud, son los principales factores que atentan contra una vida más larga y mejor, de acuerdo con los resultados del primer estudio global del impacto que tienen 306 enfermedades y lesiones en la expectativa de vida de la población de 188 países.

El relevamiento de registros epidemiológicos desde 1990 de los países estudiados demoró un año y medio. Lo hizo un consorcio internacional de investigadores que coordina el Instituto para la Medición y la Evaluación de la Salud (IHME, por su sigla en inglés) de la Universidad de Washington. Los resultados demuestran, por ejemplo, que las condiciones sociales y demográficas no influyen tanto en las enfermedades no transmisibles (como las cardiopatías o la diabetes) como en las transmisibles.

"Los análisis que incluyen a los ingresos y la educación demuestran que esos factores tienen un impacto importante en la salud, pero no dan un panorama completo. Observar la expectativa de vida sana y la pérdida de salud de cada país puede ayudar a orientar las políticas que garanticen que las personas de todos los lugares vivan vidas prolongadas y saludables, sin importar dónde residen", expresó a través de un comunicado el director del IHME, Christopher Murray.

De acuerdo con el estudio sobre la transición epidemiológica entre 1990 y 2013, el impacto del VIH/sida en la salud se redujo un 24% por los avances en su detección y tratamiento, sobre todo a partir de 2005. Pero la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), que en la mayoría de los casos se debe a la exposición directa o pasiva al humo de tabaco, o la diabetes, por ejemplo, treparon para ubicarse entre las diez principales causas de pérdida de años de vida sana.

"El mundo hizo grandes avances en materia de salud, pero ahora el desafío es invertir en encontrar maneras más efectivas de prevenir o tratar las principales causas de enfermedad y discapacidad", sostuvo el profesor Theo Vos, investigador del IHME y autor principal del estudio llamado Carga mundial de morbilidad.

LA TENDENCIA EN EL PAÍS

En la Argentina, en estas dos décadas, la expectativa de vida sana creció lentamente. Mientras que, desde 1990, los hombres y las mujeres sumaron algo más de tres años a su vida (3,3 y 3,4, respectivamente), ellas siguen viviendo más que ellos: 79,6 versus 72,3, en promedio. Pero ambos ganaron menos años de vida sin enfermedad ni discapacidad: 2,9 los hombres y 2,8 años las mujeres, con hallazgos distintivos que valdría la pena conocer mejor.

"La expectativa de vida aumentó para los argentinos, pero no nos podemos detener en eso. No sólo queremos tener una vida más larga, sino también más saludable. Para eso, tenemos que mirar las enfermedades que están contribuyendo a la pérdida de salud, como la diabetes y la depresión", sostuvo la investigadora argentina que participó del estudio, Alicia Lawrynowicz, jefa a cargo del Departamento de Investigación Epidemiológica del Instituto Nacional de Epidemiología Dr. Juan H. Jara.

La cardiopatía isquémica (enfermedad de las arterias coronarias), la EPOC, la enfermedad cerebrovascular, la lumbalgia y el dolor de cuello, y los hechos de tránsito fueron en 2013 las cinco causas más importantes de pérdida de salud en los hombres. En cambio, en las argentinas, a la cardiopatía isquémica le siguieron el dolor de espalda y de cuello, los trastornos depresivos, la EPOC y la enfermedad cerebrovascular.

La diabetes, que no figuraba entre las diez causas más importantes en el país de disminución de la esperanza de vida sana en 1990, fue la que más creció entre los hombres en estas dos décadas. En las mujeres, la enfermedad que más se incrementó, en cambio, fue la EPOC, seguida de la lumbalgia y el dolor de cuello, y la ansiedad y la depresión.

"Si nos comparamos con Japón, estamos muy alejados [de la esperanza de vida sana alcanzada], pero en la subregión, con Chile y Uruguay, estamos bien posicionados", agregó Lawrynowicz por vía telefónica desde Mar del Plata sobre el puesto 45° que ocupa el país. "Retrocedieron las enfermedades transmisibles, pero van ganando terreno las crónicas o no transmisibles, que en la mayoría de los casos se deben al estilo de vida -dijo-. En este sentido, es clave la prevención y la promoción de la salud desde muy temprana edad”.

DOS MARCAS EN LA LÍNEA DE TIEMPO

6,2 años es lo que aumentó la expectativa de vida al nacer en la población mundial en el período 1990-2013, es decir, de 65,3 a 71,5 años, de acuerdo con un relevamiento internacional.
5,4 años es lo que creció la expectativa de vida sana (libre de enfermedad y discapacidad) en el mismo período (de 56,9 a 62,3 años).
37,3 % es lo que contribuyen los trastornos depresivos en la pérdida de la capacidad de las mujeres argentinas de tener una vida plena.


Fuente: La Nación

Por qué la ciencia argentina se feminiza
sólo en los niveles más bajos
 





* Por Martín De Ambrosio

Como en pocos fenómenos, la situación de las mujeres en el sistema científico argentino admite la expresión del vaso de agua medio lleno o medio vacío: optimistas y pesimistas tienen razones para tener razón.

En efecto, el sistema científico argentino tiene cada vez más mujeres, pero siempre que prevalecen en cantidad es en los lugares de menos salario y poder. ¿Por qué? ¿Es posible salir de este escenario? ¿Esta asimetría es apenas un paso hacia la igualdad? ¿O lo que se ve es un retiro progresivo de los varones en las ciencias como sucedió en otros ámbitos, antes solo masculinos, como la medicina, que sufrió un proceso de feminización paralelo a la pauperización de los ingresos profesionales?

Más allá de preguntas y especulaciones, los datos: desde principios de siglo en la Argentina ha crecido de manera incesante la cantidad de mujeres argentinas en el campo científico, y en 2014 hubo 5715 (alrededor del 60%) becarias del Conicet contra 3792 becarios hombres. Porcentajes similares se ven en las becas posdoctorales.

Incluso la Unesco ha reconocido que, con el 52% de mujeres en el sistema científico (la llamada "carrera de investigador"), la Argentina es de los mejores países del mundo (y posiblemente el mejor) en este sentido. Las estimaciones globales sobre participación femenina no exceden nunca el tercio (32% en Europa; 20% en Estados Unidos) y se ubican entre el 25 y el 30%, con la excepción de toda la región latinoamericana, con un 46%. Otros indicadores mundiales son aún peores: menos de 3% de los Premios Nobel son para las mujeres.

Desde luego, las científicas por un lado reconocen lo que se ha avanzado en el país en los últimos años, pero tienen claro que existen problemas, y los cuentan. Por ejemplo, por el lado de la inquietante hipótesis que lanza Bibiana Vilá, doctora en biología e investigadora del Conicet: hay más mujeres en ciencia en Argentina porque el salario es poco atractivo para ciertas aspiraciones. Vilá -experta en camélidos sudamericanos- cree que es un fenómeno de feminización similar al de otras disciplinas en las que se dieron dos cosas a la vez: más mujeres y menos salario.

De hecho, que haya más mujeres en el Conicet no es ni siquiera un logro para Vilá. "Son dos variables, hombre o mujer, y puede ser que aumente una porque se retira la otra. Me preocupa, y me da miedo, que acaso el sistema de ciencia se esté llenando de mujeres porque no les interesa tanto ahora a los varones", señala, y cuenta que advierte cómo sus alumnos universitarios la consultan sobre su salario como investigadora para saber si ser científico es algo que en definitiva vale la pena o no en esos términos.

"Las mujeres estamos dispuestas a ganar menos si eso hace compatible el trabajo con la crianza de los chicos. Ganar menos pero volver a casa a las cinco de la tarde puede ser una buena ecuación. Y si el Conicet tuviera sueldos más apetitosos? Mirá: en todos lados, cuando el sueldo es alto está lleno de varones. Si vas a las escuelas de la Puna las vas a ver llenas de varones. ¿Por qué? Porque se gana más", dice Vilá, ex miembro de la Organization for Women in Science for the Developing World (OWSD).

Esa paridad inicial empieza a flaquear a medida que se sube de categoría en la carrera de investigador: en las últimas dos posiciones de un total de cinco de la escala, las de "investigador principal" e "investigador superior", se alcanza apenas una cuota del 25% de mujeres (ese número era aún más reducido al comienzo de la era kirchnerista: 16%). "A lo largo del tiempo quedan casi todas estancadas en investigador independiente; principales somos pocas y casi ninguna superior", agrega Vilá.

Pero la diferencia es incluso más brutal en el sector privado, que busca profesionales formados y suele pagar más (lógicamente en áreas más productivas económicamente en el corto plazo; algo que está vedado por ejemplo a los matemáticos y físicos teóricos). La socióloga María Magalí Turkenich, del Centro Redes, aporta que "en el sector público hay cierta equidad y un poco más de mujeres. Pero en el privado el 71% de los científicos son hombres. Donde hay más plata y poder, hay menos mujeres por regla general. La cantidad por sí sola no dice nada". Segregación por dinero, pero también por prestigio y posibilidad de ejercer influencia sobre los demás (los que otros llaman simplemente "poder").

Noemí Girbal, que es doctora en Historia y fue miembro del directorio del Conicet, concuerda con que los estímulos no son sólo monetarios: "No creo que el salario sea la variable más importante porque la diferencia entre un investigador asistente y uno superior es de unos 9000 pesos, pero sí puede ser por el poder y por el acceso a subsidios que se tiene al dirigir equipos o al formar a otros científicos", señala.

Para Turkenich, habría que indagar en los números en apariencia igualitarios (ese 52%, ese 60%) porque ocultan segregación vertical; no sólo por la presencia del famoso techo de cristal. "Si se compara la situación familiar de una mujer y de un hombre con idénticos prestigios académicos, digamos directores de grupo, se ven datos significativos: el hombre está casado y tiene cinco hijos en tanto la mujer es soltera". Por eso, dice que "sería interesante investigar en indicadores extraacadémicos para saber qué dejan de lado en términos de ocio y vida privada cuando acceden a lugares de prestigio y ámbitos de decisión".

EN LA BASE DE LA PIRÁMIDE

"Es claro que la mayoría de las mujeres está en la base de la pirámide y que en los rangos superiores y en los lugares de más consagración tenemos problemas; hay mucho que mejorar", menciona la socióloga y doctora en historia Dora Barrancos. ¿Qué razones llevan a esta situación? Para Barrancos, una de las dos mujeres del directorio de ocho miembros del Conicet actual, la procreación y el hecho de ser gerentes (¿gerentas?) de la economía doméstica. "Al procrear hay trastornos severos en la cantidad de producción científica personal; además de que existen residuos de machismo. Como por ejemplo en el hecho de que si en una pareja los dos son científicos, en general es la mujer la que acompaña al hombre a especializarse al exterior", agregó.

La situación preocupa a tal punto que, por iniciativa de la misma Barrancos, el Conicet ha encargado a la socióloga Mirta Palomino un estudio cualitativo y cuantitativo -cuyos resultados estarán hacia fines de año- respecto de por qué se da esta situación específicamente en el organismo.

"Lo que me atrae de investigar qué pasa en el Conicet es que se supone que el único mérito para estar ahí y avanzar en la carrera es la producción, en cantidad y calidad. Pero vemos que en ciencia sucede lo mismo que en otras actividades feminizadas, como la docencia, la medicina y la enfermería: en las cúpulas casi no hay mujeres, como en todos los sindicatos". ¿Hipótesis? "Tiene que ver con una mezcla de machismo histórico reinante junto con el hecho de que la carrera de investigador tenga lugar entre los 30 y 45 años, la edad clave de la procreación", dice Palomino. Y agrega: "Así, lo que a un hombre le lleva tres años, como ascender de categoría en el Conicet, a una mujer le lleva cuatro o cinco".

También la Unesco está desarrollando una investigación para América Latina sobre las carreras diferenciadas y por qué se dan estos "problemas de trayectoria". "Tenemos un trabajo en proceso para ver por qué pasa esto y tratar de poner nuevos instrumentos de equidad en marcha", cuenta desde Montevideo Ernesto Fernández-Polcuch, donde es especialista regional de política científica y está a cargo de la oficina regional, en referencia a la creación de una especie de manual de buenas prácticas en este sentido. "Pasa en toda América Latina: hay más mujeres que estudian y muchos menos en los cargos de decisiones, o alto nivel. En el trayecto, las mujeres se van cayendo en el camino", agrega.

También para Valeria Edelsztein, doctora en Química, investigadora del Conicet y autora del libroCientíficas. Cocinan, limpian y ganan el premio Nobel (y nadie se entera), está claro que hay una feminización en los cargos bajos, algo que también se da en la UBA, donde el último censo, de 2010, se desprende que el 65% de los 28.893 estudiantes son mujeres.

"Tiene que ver con la maternidad: en momentos claves no pueden seguir subiendo. A mí me costó porque estaba en el laboratorio de 7 a 22. Y cuando quedé embarazada de mi primer hijo los tiempos se acotaron. Uno trata de aumentar la eficiencia, pero es complicado mantenerse en el mismo nivel previo. Se agudiza el problema de todo científico, obligado a «publicar o perecer»; una se va quedando. Es una elección, a veces, pero a veces también es el sistema", indica.

En ese sentido, Palomino remarca como nueva tendencia positiva el uso de las TIC y la posibilidad del teletrabajo, pero con limitaciones. "Facilita en algunos casos: las sociólogas pueden estar en casa y acunar a sus bebés mientras investigan. Pero una bióloga molecular es muy probable que tenga que pasar buena parte del día en un laboratorio", dice.

Pero a la vez, Edelsztein -como todos los entrevistados para esta nota- reconoce los beneficios que dio en los últimos años el Conicet a las madres (prórrogas para las entregas de informes bianuales y para la edad máxima ingreso a carrera por cada niño) y que América Latina está mejor que el resto del mundo. "Yo también lo entiendo, nosotras elegimos tener hijos, es una elección, claro. Lo que pasa es que los hombres también son padres y no sufren ese retraso. Sucede que la madre es la madre; más allá de cuánta equidad haya en la pareja, la teta es de la madre".

Vilá agrega las desventajas de ser científica y mujer, sobre todo si la disciplina elegida obliga a salidas fuera del hogar (paleontología, arqueología, geología, astronomía, algunas ramas biológicas, entre muchas otras): "Para mí, en el trabajo de campo, la maternidad tuvo un costo altísimo. He perdido becarias por esas razones. Los varones además planifican sin pensar en cumpleaños o en fiestas escolares. Desde que soy madre tengo que planificar la menor cantidad de trabajo de campo posible y volver a tiempo. Salgo de casa y ya empieza a correr un cronómetro para mí. Siempre estoy apurada para volver uno o dos días antes. Ese es un muro infranqueable para muchas chicas. Hay personas capaces y brillantes que quedan en la nada; les cuesta la carrera. Esos años, de los 30 a los 35, son clave para ciencia pero también para la maternidad. Y son costos que se pagan en uno u otro sentido".

Por último, para Turkenich, lo que sucede es que los estereotipos de género persisten; por más que se hayan relajado, siguen articulando la lógica social: "Desde jardín de infantes hasta primaria hay que ver cómo se reproducen estos estereotipos. No se alienta a las mujeres a la ciencia. El niño construye y la nena juega a la mamá o a lo sumo a la doctora".


Fuente: La Nación

Para conocer cómo sería vivir en Marte,
seis personas estarán aisladas un año en un domo
 





Simularán vivir en Marte, pero en Hawai. Seis voluntarios de diversas nacionalidades se aislarán por completo durante un año en una pequeña cúpula en Hawai para reunir información que podría ser usada por la NASA a la hora de preparar el envío de astronautas a Marte.

El grupo que protagonizará la experiencia de aislamiento más larga realizada hasta ahora incluye a un astrobiólogo francés, una física alemana y cuatro estadounidenses: un piloto, un arquitecto, una médica/periodista y una científica especializada en suelos. Fueron encerrados el 28/8. Su espacio de vida para los próximos 12 meses, situado en la costa norte de la isla Mauna Loa, es una cúpula de 11 metros de diámetro y seis metros de altura.

Dentro del domo, cada uno de estos tres hombres y tres mujeres dispondrán de una pequeña habitación con un espacio para una litera y un escritorio. Durante su estadía alejados del mundo comerán alimentos deshidratados y solo saldrán del domo vestidos con un traje espacial, como si vivieran realmente en Marte. Además, tendrán acceso limitado a Internet.

Vivir un periodo tan largo en un espacio confinado, sin acceso al aire libre o a un mínimo de intimidad, es la mejor manera de que se desaten conflictos. Con el domo de Hawai, la agencia espacial estadounidense quiere intentar aprender lo más posible sobre la cohesión y la evolución psicológica de los miembros de este tipo de misiones aisladas, antes de intentar enviar astronautas al planeta rojo, lo que espera hacer en la década de 2030.

Ya se han realizado dos experiencias de aislamiento de cuatro y ocho meses. La NASA gastó 1,2 millones de dólares en estas simulaciones y acaba de recibir un financiamiento de un millón adicional para tres nuevas experiencias en los próximos años.


Fuente: La Nación

Scioli encabezo un encuentro de científicos en el
que se debatieron propuestas de política CyT
 





* Por Ignacio Jawtuschenkob

Una inédita cantidad de cantidad de científicos por metro cuadrado colmó el Hotel Panamericano: fueron más de mil personas en un acto poco habitual para el mundo científico. Desde investigadores de renombre hasta jóvenes becarios, funcionarios de instituciones científicas, rectores y decanos de universidades nacionales, empresarios provenientes de los cuatro puntos cardinales del país, convocados por la Fundación Desarrollo Argentino (DAR), que preside José Scioli, en el seminario “Ciencia, Tecnología e Innovación: del crecimiento al desarrollo”, y al que asistió el gobernador y candidato presidencial del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, quien propuso aumentar al 1 por ciento del PBI dedicado a la ciencia.

El organizador del encuentro fue el ingeniero Carlos Gianella, subsecretario de Ciencia y Tecnología bonaerense y coordinador de los equipos dedicados a esos temas de la Fundación DAR (ver recuadro aparte). “La Argentina es hoy un país considerado de ingreso medio. Los economistas hablan del trauma de los países de ingresos medios, referido a que sólo uno de cada diez países logra dar el salto al desarrollo. Ese es nuestro de- safío; tras años de crecimiento y distribución, generar políticas en ciencia y tecnología para dar el salto a la competitividad”, expresó Alberto Briozzo, coordinador de la mesa de tecnología e innovación, que estuvo integrada por tres físicos al frente de proyectos de alta tecnología: Héctor Otheguy, gerente general de la empresa estatal de tecnología Invap; Conrado Varotto, titular de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), y Alberto Lamagna, gerente de Investigación y Desarrollo de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).

Varotto diferenció, “antes la economía era el arte de administrar la escasez. Hoy es el arte de adquirir y aplicar el conocimiento. No hay una receta única, debemos buscar un modelo propio basado en las Pymes y la inversión del Estado”. Además hizo un repaso por los desarrollos en tecnología espacial y destacó al Vector Tronador II, diseñado para lanzar satélites, “que tendrá un 92 por ciento de componentes nacionales”.

Luego, Héctor Otheguy se preguntó: “¿Cuál es el nivel competitivo que puede tener hoy la Argentina? La respuesta es el Reactor Opal que le exportamos a Australia en licitación pública internacional. Los australianos manifiestan su conformidad en cada ocasión que pueden. Tenemos un alto nivel competitivo que nos llevó a trabajar con la NASA. Invap es hoy una de las cuatro empresas que pugnan por exportarle un reactor a Holanda”.

Otheguy destacó el valor de la conducción política para hacer tecnología, “No hacemos radares para que los científicos estén contentos, sino porque el país los necesita”. “Invap pasó de tener 340 a 1360 empleados para poder llevar adelante todos los proyectos” destacó.

Alberto Lamagna, miembro de Fundación DAR, dijo que “la tecnología es un material perecedero, que debe desarrollarse a tiempo para ser competitiva” y planteó los desafíos de “llevar el conocimiento del laboratorio a la empresa”. Para “reducir la incertidumbre y los riesgos de inversión” propuso adoptar una “escala de medida de madurez tecnológica para usar como la Unión Europea y la agencia espacial NASA cuando se firman contratos entre laboratorios científicos y empresas”. También propuso que los científicos puedan ser evaluados –más allá de sus publicaciones– por su producción en proyectos con valor comercial o estratégico.

Cerca de las 11 de la mañana se hizo presente el gobernador Daniel Scioli, acompañado por el ministro de Ciencia nacional, Lino Barañao, quien sostuvo “para que la ciencia cumpla con su rol, tiene que saber adónde ir. La diferencia entre la Rural y Tecnópolis –subrayó– es que en la Rural un chico puede ver un toro campeón, pero salvo que sea estanciero nunca lo va a tener. En cambio, en Tecnópolis, el mismo chico ve el de- sarrollo de una empresa de software, y si estudia y se esfuerza puede llegar”. “No basta con aumentar el PBI, debe haber distribución –agregó–, Chile y Ecuador tienen el mismo PBI que países como Malasia o Tailandia, pero los diferencia que les da mal el Indice Gini (que mide la desigualdad), porque sus economías no están basadas en el conocimiento.”

El segundo panel, titulado “Ciencia, Investigación y Desarrollo”, estuvo integrado por el presidente del Conicet, Roberto Salvarezza; el director del Laboratorio Max Planck de Rosario, Claudio Fernández, y el biólogo molecular e Investigador Superior del Conicet, Alberto Kornblihtt.

Kornblihtt reflexionó acerca de los devenires de los cambios tecnológicos en la historia y dijo “no hay procesos lineales. El desarrollo de la lamparita no fue para mejorar la vela, ni la computadora tuvo el objetivo de reemplazar la regla de cálculo” sostuvo además que “el científico argentino tiene más vocación de ser cabeza de ratón que cola de león. Es decir, prefieren ser autores de sus propios trabajos y no ser colaboradores secundarios de investigaciones hechas en el exterior”.

Claudio Fernández habló de “sostener una actividad científica cercana a la gente y con sensibilidad social”. “No se trata sólo de tener más doctores o más papers en revistas internacionales, se necesita que el trabajo de los científicos impacte en la sociedad”, señaló este doctor en bioquímica reconocido internacionalmente, dedicado al descubrimiento de fármacos contra el Parkinson y el Alzheimer, que también dirige la Plataforma Federal País Ciencia dedicada a la comunicación de la ciencia.

Roberto Salvarezza hizo un repaso por la composición actual del plantel de investigadores, becarios y técnicos y destacó que “el Conicet es uno de las cien instituciones con mayor producción científica del mundo”. Como de- safíos pendientes marcó la aún incipiente federalización de la ciencia y la necesidad de “crear los canales que permitan transferir el conocimiento a la sociedad y al Estado, y utilizarlo para el progreso del país”. Para Salvarezza, “los científicos y tecnólogos de nuestro país demostramos que podemos hacer tecnología de altísimo nivel, desde satélites hasta biotecnología vegetal”.


Fuente: Página 12

Scioli prometió aumentar el presupuesto de ciencia 




Pasar del actual 0,6 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) dedicado al sistema científico al “1 por ciento” de inversión en ciencia y tecnología fue el compromiso que el gobernador de Buenos Aires y candidato a presidente por el Frente para la Victoria, Daniel Scioli, asumió frente a un millar de investigadores, tecnólogos y empresarios reunidos en el seminario de la fundación Desarrollo Argentino (DAR). “Como presidente, voy a incrementar desde el 0,6 por ciento al 1 por ciento de inversión del PBI en ciencia y tecnología”, afirmó Scioli, en referencia a un sector “que no puede quedar librado al mercado”.

Un compacto auditorio con alta densidad de científicos y técnicos de excelencia convocados por la fundación DAR, que lidera José “Pepe” Scioli, participó del seminario junto al ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, y el subsecretario de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Producción bonaerense, Carlos Gianella.

“Estamos ante un sector estratégico” de cara a lo que se viene, dijo Scioli, y convocó a “poner en valor lo hecho en estos años en los que, si Argentina no se hubiera industrializado y dependiera del precio de los ‘comodities’ (materias primas), estaría en problemas”.

“Ahora viene la segunda etapa, con un compromiso de continuidad en un sector que no puede quedar librado al mercado” cuando la ciencia y la tecnología son clave para la “competitividad, que tiene que venir de la eficiencia y no de la devaluación y el recorte de los salarios”, definió.

El gobernador declaró que tiene “pasión” por el sector: “Yo no podría hablar de desarrollo en mi agenda sin lo que ustedes representan”, aseguró. “Que mi victoria sea la victoria también de la ciencia, la tecnología, el conocimiento, de los que se la jugaron para volver a la Argentina” como científicos repatriados, alentó.

Al respecto, el ministro Barañao dijo que “esto que ha hecho primero Néstor Kirchner y luego Cristina en estos tres períodos de gobierno ha marcado un rumbo irreversible: todos los sectores han comprendido la importancia de la ciencia y la tecnología pero no basta con apoyarla sino que hay que saber qué hacer con la ciencia”. Respecto al compromiso que Scioli asumió para invertir en el sector el 1 por ciento del PBI, el ministro planteó que “no es un número mágico sino que se logra como consecuencia de una creciente capacidad del sector de usar fondos para ciencia y tecnología”.


Fuente: Página 12

Guillermo Jaim Etcheverry reflexiona
sobre la educación argentina actual
 





El Dr. en Medicina y ex-rector de la UBA responde a preguntas como: a) ¿la sociedad argentina está en contra del conocimiento?, b) ¿las clases acomodadas rinden mejor en las pruebas?, c) ¿la tecnología mejoró el aprendizaje?, d) ¿cómo se reconstruye la importancia de la educación?





Fuente: La Nación

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